Relatos Migratorios

El Viajero de Malta



  Mi nombre es Jorge Schmuck, soy hondureño de ascendencia alemana, y soy originario de Santa Bárbara de Honduras, pero los últimos 3 años había estado viviendo en Tegucigalpa. El problema que había estado pasando en mi barrio, y en toda la zona en general, es que el agua había estado llegando solo unas cuatro horas al día cada 15 días, y pues eso ya es un gran problema para mi y mis hijos. Soy viudo, mi esposa se fue hace poco. 

    Yo migré porque ya el problema del agua nos afectaba, pero la gran inseguridad que traen las maras para mis chigüines me llevaron a decidir irme. Y es que ellos no infunden miedo, pero sabemos bien que cuando se juntan ya tres o cuatro de esos majes, se pone peligroso. Mi plan era llegar a Estados Unidos, donde un primo, para poder trabajar allí y ganarme la vida para proveer una vida mejor a mis hijos.



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    Mis vecinos siempre me han dicho "malta" porque me miro como un Alemán. Tengo pelo machi-blanco, ojos verdes, barba, soy alto y un poco mamado, eso se lo debo a mis antepasados. Esto de algún modo nos ayudó a sobrevivir a mi y a mis dos hijos pequeños.




    Salimos de Tegucigalpa el 15 de noviembre del año 2018. Decidí migrar pasando por La Paz, Marcala, La Esperanza, San Juan, hasta pasar por Gracias. Estuvimos durmiendo en el coche y llegamos el 17 a Santa Rosa de Copán. En Santa Rosa conocí a una familia salvadoreña. Jesús Guevara, de 29 años, su esposa, que no me acuerdo del nombre, y sus dos hijas, con otra en camino. Muy buenas personas, ellos también estaban migrando. Mis hijos rápidamente se hicieron amigos de sus 2 hijas. Después de que hablamos unos minutos, me dijeron que iban a hacer la mísma ruta que yo, para dicha de ellos, el coche era grande y todos podíamos ir. Nos quedamos 2 noches en una casa de tablas, con un pozo de agua, sin baños y con muy mal olor, pero aún así era mejor que nada.

   Llegó la mañana del 20 de noviembre y ya era hora de continuar nuestro viaje. Salimos temprano a llenar el tanque de gasolina, pero nos quedamos sin pisto. Nos alcanzaba para llegar apenas a la frontera con Guatemala. 

   Cuando llegamos a Ruinas de Copán, el 21 de noviembre por la madrugada, el coche se quedó sin gasolina, y dormimos dentro de él. Ya el 22 tuvimos que caminar unos 11 kilometros y medio hasta la frontera. Para suerte nuestra, los policías eran buena gente, y pasamos sin trabas. Ya en Guatemala, ninguno de nosotros conocía muy bien, pero uno de los policías nos dio un mapa, entonces tomamos un bus hacia Quezaltenango, llegamos el 24 de noviembre. El viaje no había sido facil, ya estabamos muy cansados, y entonces descansamos allí, en una posada que nos prestó un conocido de Jesús, que por suerte nos topamos. En la noche, mientras nuestros hijos jugaban, y la esposa de Jesús dormía, nos pusimos a charlar sobre lo que habíamos pasado hasta ahora. Jesús me dijo que yo era como una especie de viajero especial, que le alegraba estar viajando conmigo. Ahí fue cuando por primera vez me llamó, el "viajero de malta". Jesús dibujaba, así que me hizo un retrato, lo firmó, y me puso ese apodo en la parte inferior del papel.  

    El 25 por la mañana, no perdimos ni un segundo y nos pusimos en marcha, ibamos a pie de nuevo, desde Quezaltenango, hasta El Carmen para cruzar por allí. Llegamos a El Carmen el 26 de noviembre por la tarde-noche. Para cruzar a México ya no teníamos todos los papeles, y sabíamos que no nos iban a dejar pasar. Lo que hicimos fue subir por la montaña, al norte de la aduana y cruzarnos por un hueco en la malla. Gracias al cielo que no nos vieron, porque cruzamos en la madrugada y nuestros hijos comprendían que había que hacer silencio. Corrimos por entre los arbustos hasta que encontramos un lugar seguro al lado de la carretera. Nuestra meta era llegar a Chiapas, porque un bus de migrantes iba a salir rumbo a Estados Unidos.

Chiapas - Sonora, Tx(800x600)

   Nuestra suerte el 27 de noviembre se acabóAl estar nosotros caminando por la calle, se acercaron varios guías mexicanos en dos camionetas y nos dijeron que si nos podían ayudar, dijeron que ellos nos prestarían un teléfono si necesitabamos, y que nos podíamos ir, sin ningún compromiso. Se portaron amables, así que nosotros confiamos en ellos. Nosotros dijimos que queríamos llegar a Chiapas, y ellos muy amablemente nos llevaron en dos camionetas blancas grandes, sin ninguna violencia. Como estabamos muy cansados, nos dormimos, y ese fue un error que aún estoy pagando. Cuando nos montamos en las camionetas era el 27 de noviembre, aún estabamos todos; Jesús, su esposa, sus dos hijas y mis dos hijos y yo. 

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    Desperté atado, de manos y pies en una silla. Estaba solo en una sala con poca luz. Me dijeron que era el 30 de noviembre ya. Me sentí completamente inútil, vulnerable. Lo primero que pensé era donde estaban mis hijos. Me pidieron el nombre de mis familiares y sus números de teléfono, diciendo que si no se los daba, me matarían a mi y a mis hijos. Dijeron que por mi aspecto seguro era de dinero, que tenía familiares ricos. Les di el número de mi primo en Estados Unidos y lo que pedían estos maleantes eran cuatro mil dólares por liberarme a mi y a mis hijos. Pasaron dos días, ya era 2 de diciembre, cuando mi primo me ayudó y pagó el dinero. Me dejaron libre, y a mis dos hijos. Muy encachimbado les dije que donde estaban Jesús, su esposa y sus dos hijas. Ellos lo que hicieron fue darme cuatro dedos, y me dijeron que nunca los volvería a ver, y que me fuera si no quería lo mísmo. Ahora solo me queda el recuerdo de quien fue mi amigo, Jesús, y su retrato de mí, con las palabras "El Viajero de Malta".


Escrito por: José Roberto Quirós Rodriguez.
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